miércoles, 29 de marzo de 2017

ODIO FACEBOOK

Harto de hacer el canelo en la Red Social que inventó Mark Zuckerberg, no se me ocurre otra cosa mejor que hacer una búsqueda en Google e intentar encontrar personas que piensen lo mismo que lo que yo ahora pienso: ODIO FACEBOOK. Si he de tomar en serio a Google, nada más y nada menos que 43.800.000 de entradas me llevarían hasta lugares donde alguien ha pensado, más o menos, en la misma dirección que yo apunto ahora: ODIO FACEBOOK. Intentaré resumir algunas de las mejores ideas que me he encontrado a lo largo de esta laboriosa y divertida búsqueda. Daniel Krauze, desde su blog La Oveja Perdida, ha observado atentamente todas las tendencias, los hábitos, y las costumbres, que hacen de FACEBOOK un producto verdaderamente odioso. Me voy a permitir copiar aquí todas las reflexiones de Daniel Krauze porque, pienso, no tienen desperdicio. Dice Krauze: “¿Por qué odio Facebook? Fácil. Porque es la punta de lanza de la tecnología impersonal, de la tendencia que tiene el siglo XXI de encoger el mundo, de aniquilar el concepto de distancia. Odio Facebook porque desvanece lo rotundo de los hechos; la noción de la ausencia y la presencia. Decir adiós no es decir adiós si puedo ver las fotos de una persona con sólo dar dos clicks. Odio Facebook porque sube las fachadas a un pedestal, porque es el imperio de lo superfluo: en donde somos sólo apariencia, donde escogemos cómo queremos proyectarnos, donde escogemos ser todo sonrisas, fiesta y amigos. Odio Facebook porque desconoce el significado de soledad. Porque su interfaz no entiende de autonomías, ni de singularidad: porque está hecho para unirnos por nuestras similitudes y no por nuestras diferencias. Pretende que somos homogéneos, y está ganando la batalla. Odio Facebook por su carácter pornográfico, de voyeur. Odio Facebook por su carácter de estadista, por su obsesión con los números de amigos, los números de mensajes, de wall posts, de aplicaciones. Odio Facebook porque nos hace creer que las amistades se pueden forjar sin necesidad de vernos y tocarnos. Odio Facebook porque cree que está acabando con el misterio. Lo odio porque llegó para quedarse. Porque quiere acabar con el e-mail y con la llamada telefónica. Porque nos hace ovejas y nosotros, felices, nos encerramos en el corral”. Magnífico Krauze, magnífico.
Yo nunca hubiera sido capaz de expresarlo mejor, pero todas estas ideas son exactamente las mismas que me han venido rondando en la cabeza desde decidí entrar en FACEBOOK. Y, ¿por qué decidí entrar en FACEBOOK? Y, bueno, yo acababa de colgar en Amazon mi último libro de poemas, se lo comenté a una buena amiga y ella me pidió permiso para publicitarlo en FACEBOOK. Entonces, yo me dije: ¿y por qué no entro yo mismo en FACEBOOK y me encargo yo mismo de la publicidad del libro? Han pasado dos o tres semanas de aquello; nadie ha comprado mi libro en Amazon; también he aprovechado para publicitar mi blog, pero tampoco puedo asegurar que las visitas que tengo procedan de FACEBOOK. Al principio, en FACEBOOK, yo comencé a hacer lo que todo el mundo hace: colgar fotografías mías o de la familia, buscar y agregar amigos, colgar textos míos o de otros, colgar fotografías de otros que ya se encuentran en la red (¿y qué utilidad tiene entonces colgarlas de nuevo?), hacer comentarios puntuales, etcétera. En seguida me di cuenta de que, en FACEBOOK, todo el mundo comparte una pasión obsesiva por el exhibicionismo, a nadie parece preocuparle mostrar lo mejor de su vida privada a otros desconocidos que vienen a hacer exactamente lo mismo: desnudar sus miserias, mostrarse a sí mismos sin ninguna clase de reparos, mostrar a sus hijos y a los miembros de su familia como si éstos no necesitaran el amparo de la privacidad, la bendita soledad de sus vidas privadas. No llevaba ni un par de días en FACEBOOK cuando enseguida me acordé del bueno de Guy Debord y de La Sociedad del Espectáculo; enseguida me di cuenta de que, en FACEBOOK, había algo perversamente espectacular que tenía que ver con la maldita sociedad en la que vivimos, con esa manía persecutoria, y espectacular, que parece perseguirnos allí donde encaminamos nuestros pasos. Cualquier parágrafo del texto de Debord concuerda exactamente con la experiencia particular que uno vive en FACEBOOK. “El espectáculo se muestra a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación. En tanto que parte de la sociedad, es expresamente el sector que concentra todas las miradas y todas las conciencias. Precisamente porque este sector está separado es el lugar de la mirada engañada y de la falsa conciencia; y la unificación que lleva a cabo no es sino un lenguaje oficial de la separación generalizada”. O bien: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes”. O más aún: “El espectáculo no puede entenderse como el abuso de un mundo visual, el producto de las técnicas de difusión masiva de imágenes. Es más bien una Weltanschauung que ha llegado a ser efectiva, a traducirse materialmente. Es una visión del mundo que se ha objetivado”. Suelo hacer crítica privada de todas las actividades que llevo a cabo en este extraño mundo, sobre todo con vistas a no tener que pedirme cuentas en un futuro cercano, algo que me ha pasado muy a menudo a lo largo del tiempo. He decidido que, a partir de este momento, una vez que haga enlace a este texto desde mi hogar cibernético en FACEBOOK, dejaré de proyectar mis cosas en ese sucio lugar del ciberespacio: no tengo ganas de tener que vomitar sobre mi propia tumba pasado un tiempo. Ahora sólo pienso en cómo diablos se pueden eliminar todos los signos, las huellas, las imágenes de mí mismo, y de mi vida privada, que, por una terrible dislocación de mis principios más nobles he dejado allí donde nunca tuve que poner un pie, donde jamás debí asomar mi extraña cabeza para chocar contra un muro extraño, y poblado de seres extrañados, extranjeros, y extraños. Seguiremos informando.

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