miércoles, 5 de abril de 2017

INDIES, HIPSTERS Y GAFAPASTAS

Lo que yo llamo “Voladuras” son reacciones supuestamente imprevisibles contra el orden establecido de las cosas, salidas de tono, a contracorriente siempre, contra la Gran Costumbre (que diría Julio Cortázar); ahora no recuerdo bien el año, pero, a mediados de la década del 90’ yo decidí que, la fiesta, al menos para mí, se había terminado. Fue entonces cuando, entre otras decisiones importantes, metí en un número indeterminado de bolsas de plástico toda mi colección de vinilos de la “movida madrileña” y los vendí como buenamente pude en las tiendas de compra-venta de discos del centro de Madrid. Con el dinero que saqué de aquella curiosa transacción económica, me hice con un par de libros de historia de la música clásica y compré todos los CD’s que pude, desde Bach a Weber o Stockhausen, de una experiencia del arte que siempre me había provocado cierta indiferencia pero que, ahora, llamaba mi atención poderosamente. Mientras yo tomaba esta medida, los jóvenes de aquella década habían tomado la decisión de asesinar a sus padres culturales (como hacen todas las generaciones); el movimiento “indie” estaba en marcha. Aquello quedó terriblemente lejano para mí; yo ya no estaba interesado en las formas que el rock, o la música popular en general, habían adoptado en aquel tiempo; se puede decir que yo estaba entonces mucho más cerca de Kurt Weil que de Los Planetas. Si la década de los 90’ supuso la eclosión de lo “indie”, el inicio del siglo XXI conjeturó el nacimiento de los “hípsters”, una nueva tribu urbana a veinte mil leguas de viaje submarino de todo lo conocido hasta entonces. Si la “movida madrileña” fue terriblemente reaccionaria y estuvo completamente despolitizada y alejada de todo tratamiento social o crítico del arte, los movimientos “indie” o “hipster”, posteriormente, no fueron muy diferentes. Pero, con la llegada de lo “hípster” se produce un curioso efecto boomerang contra las formas de la contracultura: lo “hípster” supone una aceptación hedonista de las supuestas virtudes del sistema capitalista, una adicción desmedida por el consumo y sus ventajas, una estetización barata de los productos culturales, una apretón de manos a la llegada de la meritocracia neoliberal en contra de los derechos de igualdad de los seres humanos, un triunfo del clasismo en todas las formas de la vida cotidiana. “No quiero cambiar el mundo. No busco una Nueva Inglaterra”, había cantado con cierta ironía el camarada Billy Bragg; pero hubo gente que se lo tomó muy en serio.
“Indies, Hipsters y gafapastas” (Capitan Swing), nos narra todo esta divertida y epatante historia; su autor, Víctor Lenore, es un importante periodista musical curtido en mil batallas; el libro cuenta, además, con un emocionante prólogo del músico Nacho Vegas. ¿Todo el mundo aspira a ser moderno? ¿En qué consiste lograrlo?, se pregunta Víctor Lenore; y contesta: “Hace tiempo que expresiones como ‘indie’, ‘hípster’, ‘cultureta’, ‘moderno’ y ‘gafapasta’ son de uso corriente en nuestras conversaciones. Sus límites resultan borrosos, pero remiten a una realidad social que la industria cultural y las agencias de publicidad utilizan para designar un amplio segmento del mercado. Los ‘hipsters’ son la primera subcultura que, bajo la apariencia de rebeldía, defiende los valores impuestos por el capitalismo contemporáneo. Palabras como ‘independencia’, ‘creatividad’ o ‘innovación’, son la cara amable del espíritu individualista y competitivo que propone el sistema, y la presunta exquisitez de criterio de los ‘hipsters’ ha creado un consumismo que no avergüenza sino que genera orgullo”. ¿Estamos ante la cultura favorita de la clase dominante? Cada vez quedan menos dudas. “La Reina Letizia se escapa de La Zarzuela para acudir a conciertos de grupos ‘indie’ como Els, LosPlanetas y Supersubmarina. El magnate derechista Rupert Murdoch invierte cincuenta millones de euros en Vice, grupo mediático de referencia para los ‘hipsters’ de todo el mundo. Pero la cultura ‘indie’, ‘hipster’ y ‘gafapasta’ promociona valores incompatibles con las aspiraciones igualitarias de la contracultura y de movimientos sociales masivos como el 15M”. Con más de medio siglo de vida a mis espaldas, soy muy consciente de que el capitalismo lo fagocita todo, que, para sobrevivir, hace suyas las formas contraculturales que nacen con la intención de criticarlo; pero, en nuestros días, las estrategias del capitalismo toman formas ridículas y verdaderamente terribles. Como cuenta Nacho Vegas en el prólogo a “Indies, Hipsters y gafapastas”, cuesta contemplar cómo una gran compañía de seguros utiliza en un spot publicitario una versión edulcorada de “Gracias a la vida”, el mítico tema de Violeta Parra, sin que se le caigan los anillos de vergüenza. Cuando la estética del “grunge”, esa ropa pobre y desaliñada que gastaban los chicos de Nirvana, pasó de la escena de las sombras a las pasarelas de la moda y a las tiendas de complementos, Kurt Cobain decidió descerrajarse un tiro en la boca y poner tierra de por medio. Quizás nosotros, ante esta disyuntiva, no tengamos otra elección mejor y debamos desaparecer del todo antes de ser fagocitados por ese pulpo de millones de brazos que siempre termina devorando lo mejor de nosotros. Echen un vistazo a la web “Hipsters from Spain” y luego me cuentan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario