domingo, 2 de abril de 2017

LA VIDA DAÑADA DE ANÍBAL NÚÑEZ

Como todos los grandes poetas, Aníbal Núñez nunca lo tuvo fácil. Hijo del fotógrafo José Núñez Larraz y de Ángela San Francisco, Aníbal Núñez nació en Salamanca y estudió Filología moderna en la Universidad de esa ciudad; tradujo, entre otros, a Propercio, Catulo y Rimbaud. Aníbal se formó en su ciudad natal; estudió en la Facultad de Filosofía y Letras, en la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy, y en la Escuela de Artes y Oficios; escribió numerosos libros de poesía y dejó una obra pictórica no menos abundante. Aníbal fue un hombre sumamente culto que sabía expresarse en dos lenguajes artísticos –uno plástico, otro poético- con gran soltura y conocimiento y que supo reconocer en la traducción el mejor ejercicio para desarrollar la capacidad técnica del poeta. A pesar de la unidad y la innegable originalidad de su obra, el reconocimiento en vida fue muy parcial e intermitente: incluso habiendo publicado su segundo libro (“Fábulas domésticas”) por expreso deseo de Manuel Vázquez Montalbán en Ocnos (una de las editoriales de distribución nacional más importantes), la crítica ignoró su trabajo. Aníbal Núñez tuvo problemas para publicar el resto de sus libros, y aquellos que cruzaban el umbral de lo inédito sufrían con frecuencia numerosas cortapisas y restricciones. Esta situación hizo que la mayoría de los libros que llegó a publicar hubieran sido escritos por el poeta muchos años antes. Hoy día, la crítica tiene grandes dificultades para encasillar su obra -cada vez más reconocida- en alguna de las tendencias de la poesía española contemporánea. Se puede decir, de manera general pero limitada, que la obra poética de Aníbal Núñez se articula sobre unos principios sustanciales; nos referimos a aquellos puntos en que la crítica incide y parece estar de acuerdo: 1, la disociación entre realidad y sentido; 2, la concepción de su creación como una obra abierta; y 3, la disolución de la historia en el lenguaje poético. Recientemente CALAMBUR ha publicado su Poesía reunida (1967-1987) y uno no puede más que felicitarse por esta excelente iniciativa; tener toda la poesía de Aníbal Núñez en un solo libro resulta magnífico, uno puede navegar por toda la vida poética de uno de nuestros poetas más enigmáticos y más fascinantes. El libro se abre con esta imprescindible declaración de principios: “Los poetas/convocados por unos y por otros,/no pueden escoger entre metales/(tan nobles en su supuesto de materia/inerte): sólo pueden/reafirmar su desprecio a los dos bandos,/morir entre dos fuegos”. (“Situación del poeta, Definición de Savia”).
Si alguien quiere conocer cómo fue la magnífica, y en ocasiones terrible, vida de Aníbal Núñez, le recomiendo encarecidamente que lea “La vida dañada de Aníbal Núñez” (Editorial Delirio), de Fernando R. de la Flor. Narrada en clave de esa poética vital al margen de la Transición española que fue la poesía de Aníbal Núñez, Fernando R. de la Flor comienza así su libro: “REDENCIÓN DEL DETERIORO: Esta imagen, que traza algo de lo que constituyó el mundo sorprendente en que se desenvolvió la vida de Aníbal Núñez, nos abre la perspectiva ciertamente benjaminiana de una suerte de historiador y de poeta que asume para sí la condición de ‘trapero’, recopilador de las vidas extraviadas de objetos y personas. Y es que, como ha escrito Walter Benjamin, «trapero o poeta, a ambos les conciernen los deshechos» y, en suma, todo aquello que no puede ser metabolizado por el espacio social. Recolector de fragmentos perdidos, investigador de fulgores apagados en la historia de la ciudad, testigo de todo menor evento extraordinario (que no parezca una paradoja) en la misma, A.N. fue uno de sus escasos habitantes sin domicilio propio reconocido. «¿Cuál es mi hogar su tacto y su camino?», se pregunta en un verso perfecto. Y sin embargo habremos de considerar la casa familiar de la Avenida del Líbano como su «lugar de refugio», siempre abierto para los momentos en que la deriva devenía en franca derrota (en él el domicilio pudo volverse destino). Una imagen sofisticada suya nos lo muestra colocándose en un gesto furtivo la corona de hiedra del poeta laureado ante el espejo del ascensor que le lleva de vuelta a la matriz originaria. Efectivamente: un «Salicio [vivía] en el tercero izquierda»: ...Y mientras pulsas/el botón de regreso, ante la luna,/ceñir con hiedra artificial la frente”. Aquellos que dedicamos nuestros días a la escritura de poesía y que somos conscientes de ser productores de simples deshechos que jamás serán metabolizados por el maldito espacio social de nuestros días, tenemos en Aníbal Núñez a un verdadero maestro que guía nuestros pasos por la vida poética de nuestro extraño mundo. Aníbal Núñez es, sin lugar a dudas, uno de los nuestros, y, en su imagen, y en su palabra, nosotros nos reflejamos como humildes aprendices de la palabra.

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